JOSE ATILA HERNANDEZ RUIZ-
Este fin de semana el presidente Andrés Manuel López Obrador estuvo de nuevo en Quintana Roo. Fue una de esas visitas sencillas, casi inadvertidas con las que no se molestó a nadie, como las que suele realizar constantemente por todo el país.
Que diferencia de las visitas que hacían los presidentes anteriores -tanto los del PRI como los del PAN- que cuando venían ponían en jaque a la población, especialmente la de los lugares donde estarían.
Para empezar, unos días antes de su arribo, centenares de los 8 mil miembros del estado mayor presidencial que estaban a su servicio, venían a checar los lugares donde estarían.
Se cerraban las calles y los lugares que visitarían y se apostaban en las azoteas de edificios aledaños adonde estarían, «guaruras» que no eran más que francotiradores disque para protegerlos (a los presidentes).
Se acarreaba gente en autobuses para que fueran a recibirlos pero sin permitirle siquiera que se acercaran a saludarlos. Si alguien del público intentaba acercarse al presidente era sacado a codazos y empellones por los «guaruras»
Hasta se les construían baños en los lugares donde los presidentes estarían por si les daban ganas de orinar o defecar.
Y tantas cosas más que quien escribe presenció desde los tiempos de Luis Echeverría Alvarez.
Se les veía a los presidentes como si fueran dioses.
Ahora el presidente AMLO recorre las carreteras y lugares adonde va como cualquier persona y la gente está tranquila y hasta ni le importa si es el presidente