PARA ACABAR CON LA POBREZA

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Por Lidia María Collí Noh
No es descabellado lo que dijo “el bronco”, Jaime Rodríguez Calderón, cuando andaba en campaña: Para acabar con la pobreza hay que poner a trabajar a los pobres.
Es la verdad. Si a la gente, y especialmente a los pobres, se les sigue fomentando el paternalismo, cada vez serán más dependientes y se les convertirá en parásitos que ya no querrán trabajar
Y la verdad de las cosas, la gente, y especialmente la más pobre, no quiere que le den limosnas. Lo que quiere es que cuando ponga un “negocito” la dejen trabajar y el gobierno no le ponga tantas trabas. Porque sucede que cuando alguien pone un pequeño negocio, apenas lo acaba de abrir cuando ya le cayeron un montón de dependencias del gobierno, como son Hacienda, el municipio, el Seguro Social y quien sabe cuántas más que lo que hacen es obligarlo mejor a cerrarlo para no tener problemas.
Se dice que en México hay más de 53 millones de pobres, casi la tercera parte de su población estimada en casi 140 millones de habitantes.
¿Cómo hacer para que esos 53 millones de habitantes salgan de la pobreza? Dejándolos trabajar libremente. Ya no digamos dándoles el pescado servido sino enseñándolos a pescar como dice la Biblia, sino dejándolos trabajar, sin ponerle trabas.
Pero ahorita ya hasta ni a los niños se les permite trabajar, como hacían antes nuestros padres, lo cual es hacer también a nuestros hijos unos haraganes e incapaces de valerse por si mismos.
Por eso está bien lo que dice el nuevamente gobernador de Nuevo León, aquel que dijo que si llegaba a ser presidente impondría la pena de muerte en México o le mocharía las manos a los delincuentes: Hay que poner a trabajar a los pobres. O mejor aún, dejarlos trabajar libremente sin ponerle trabas.




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